Conversación con un Recibo de una Agencia de Envíos
El joven tragó seco y se pasó la mano por el pelo como queriendo compadecerse a sí mismo. Tenía doscientos dólares para pagar la renta de la semana y ahora se había quedado sin un chele. Todo iba bien hasta que un "amigo" lo llamó de la República y le dijo que tenía un problema. Cumplió con su "deber", más por orgullo que por convicción, más para que dijeran que "estaba en buena"que por solidaridad, envió el dinero a su pana de "long time." Pero ahora la vaina, aquí en los países, se le había complicado: un descuadre en estos países significa una crisis de varios meses.
-Bueno-dijo calladamente-buscaré veinte dólares prestados y pasaré la semana comiendo comida china, que es lo más barato, por cinco dólares dan un montón. Estrujó el recibo-casi siempre son amarillos o rosados- entre sus manos y lo miró con nostalgia.
El recibo sonrió y le dijo. -Tómalo con calma, loco, que millones de inmigrantes están pasando por la misma situación en este momento. Es el precio que hay que pagar para que allá sigan creyendo que aquí ustedes viven en la gloria.
-Sí, es cierto-dijo pensativo el joven-, hemos construido un espejismo y ahora somos sus esclavos. Allá en nuestros países, muchos creen que aquí el dinero se recoge como si fuera café maduro.
El recibo subió la voz y le dijo con ironía.
-Lo que creen allá es fruto de la falsa que ustedes mismos han creado. Los "cadenuses", gracias a Dios que ya pasaron de moda, hicieron creer que estos países eran minas de oro, manantiales de dólares que nunca se secaban. Ahora no será fácil desmontar ese mito.
El joven se quedó pensativo, en cierta forma el recibo tenía razón. La última vez que fue a su país invitó a un grupo de amigos a un Resort con todos los gastos pagos y luego, en su Jeepeta alquilada, pagando setenta dólares diarios, lo recorrieron de cabo a rabo. Por lo tanto, no debería extrañarle que ahora su pana recurriera a él para que lo ayudara a resolver un problemita sencillo de doscientos "dolaritos".
El recibo interrumpió su pensamiento y le dijo.-Ustedes tienen que empezar a destejer la inmensa telaraña de mentiras que han tejido en todos estos años. Es hora de que en tu país sepan que aquí la vaina no es fácil, que detrás de cada dólar hay jarros de sudor, que cada peso que se recibe allá es fruto de mucho sacrificio. Díganle, para que entiendan, que cada dólar es un jirón de piel que se queda en una bodega, en una factoría, en el volante de un taxi o entre montones de platos sucios en la cocina de un restaurante.
-Ahora bien-continuó diciendo el recibo-, para que esto sea creíble, cuando ustedes viajen a su país tienen que dejar de ser tan "aguajeros". El ejemplo habla más que mil palabras. Sean juicioso con el dinero, disfruten con familiares y amigos, pero sin derroches ni exageraciones, que ustedes no son peloteros de grandes ligas.
El recibo, respiró profundo y prosiguió con voz más fuerte.
Al final, aunque en estos tiempos no se reconoce, uno no es lo que aparenta; uno es lo que realmente es. ¿Quieres saber quienes son ustedes? Pues, te lo diré sin adornos: son inmigrantes pobres que vinieron a estos países en busca de una mejor vida, trabajan como burros y sueñan con volver a su tierra. Ahora bien, para poder regresar tienen que dejar de vivir en "la isla de la fantasía", poner lo pies en la tierra y vivir acorde con la realidad. De lo contrario, vivirán como un "capuchin" de aquí para allá y de allá para acá, soñando con una "retirada" que cada día se torna más distante.
El joven desarrugó el recibo, lo miró con cariño, como si fuera su propio padre, y le dijo.
-Gracias, muchas gracias por tus consejos. De hoy en adelante te prometo que voy a ser mas prudente y menos "bultero" cuando visite mi patria. Tú tienes mucha razón en lo que dices.
El recibo, antes de que lo doblaran y lo metieran a la cartera, le gritó al joven.
-Sí, pero no hagas como los cuervos.
Por: Freddy Fernandez
Enero, 2007