Buenas noches a todos. Bienvenidos a esta ciudad, en estos días de frío intenso, Elido Pérez, síndico del municipio de Salcedo; Alejandro Santos, distinguido senador provincial; Juan Eligio Abreu, regidor; Enmanuel Almanzar, consultor jurídico del ayuntamiento de Salcedo; bienvenido y gracias por esta aqui con nosotros tambien Jose Fernández, presidente de la Asociación de Bodegueros de los Estados Unidos, hermanos y amigos. Yo tengo doce hermanos, siete de ellos son hombres, y cinco son mujeres.  Pobres, muy pobres, pero con una madre y un padre dignos, trabajadores y amorosos, los cuales, gracias a Dios, todavía nos dan la alegría de su existencia. De todos mis hermanos, con quien más cerca he estado en la vida ha sido con Felix. Nos llevamos poco de edad, y aunque somos diferentes en caracter y forma de ser, tenemos en el fondo una identificación común: luchar por los mejores intereses, defender las causas mas nobles y justas. Pero no ha sido fácil ser hermano de Ono, que es como le llaman. Por Ono yo viví la que sería, en su momento, una de las experiencias más aterradoras de mi vida: caer preso. Ocurrió hará ya algunos años, cuando Jorge Blanco era presidente y Buenaventura, gobernador. Temprano en la mañana de aquel día, dormíamos mis hermanos y yo solos en la humilde vivienda del barrio El Cementerio. Mi mama habia salido temprano para el aeropuerto, pues venia para Nueva York. Creo que mi padre le acoompanaba. En la casa quedabamos los hermanos mas pequenos. En eso yo, que duermo en uno de los cuartos de atras, compartiendo cama con Ono, oigo un ruido extrano en la puerta del frente y gente tocando y desmontandose de un vehiculo. Despierto a uno y le digo, Uno, despierta que es la policia que te viene a buscar. Ono se despierta y en pantaloncillos sale casi volando por una ventana que da al patio de nuestros vecinos. Era, en efecto, la policia que fue a allanar nuestra vivienda buscando al cabeza caliente de mi hermano, que en esos tiempos era cabecilla, junto con Jorgito y otros lideres populares que ahora no recuerdo, del movimiento reivindicativo que existia en nuestro pueblo en ese entonces. Al no encontrar a Ono, por una razon que todavia yo no entiendo, los policias me llevaron preso a mi, que no tenia nada que ver con el asunto. De hecho, creo que en ese tiempo yo solo estaba pasando unos dias en mi casa, de vacaciones de la Universidad. Me llevaron a mi, senores, preso para la fortaleza de Salcedo. Yo recuerdo que eso fue algo traumatico e inconcebible para mi porque que habia hecho yo? Nada. Para acortar la anecdota, mi madre se entero de la noticia antes de abordar el avion y regreso volando a Salcedo. Alli hablo con Buenaventura, que era un gobernador altanero y presumido, a pesar de que mi madre habia sido madrina de su boda, y lo convencio de que me dejara libre, lo que ocurrio a eso de las seis de la tarde, cuando me disponia a compartir, no se con que fines, una cama de concreto con uno de los reos del lugar. Y por Ono cai preso. De eso hace anos.

Comparti con Ono, a parte de la experiencia misma de la vida familiar en comun creciendo, jugando juegos raros que nos inventamos por necesidad en nuestro barrio: fufu, echando piedras a pelear, a la placa, pelota, juegos de bolas, mientras nos llegaba la edad de jugar deportes formales, comparti ya en la capital, la experiencia de los estudios superiores y la de pasar hambre, trabajo y necesidad, en busca de un titulo que nos posibilitara una vida mas digna. Nunca se me olvida que vivimos cerca de la UASD en una habitacion superestrecha, y que cuando yo cocinaba huevos con tomatitos, Ono comenzaba a sacar todos los tomatitos de los huevos revueltos y eso me enfogonaba. Yo decia que el era un manoso. Termino sus estudios de educacion fisica y yo los mios de periodismo. Regreso a Salcedo a combatir y a crearle a mi pobre papa, que tenia que apagar las gomas que el prendia en la esquina del cementerio, muchisimo stress y preocupaciones. En el 1990 se produce el milagro que le salva la vida a Ono: mi madre nos pide para venir a vivir a Nueva York. Los dos juntos vamos al consulado pero era bastante logico que el que hablara con el consul fuera yo para que a Ono, cuya efervescencia revolucionaria le brotaba por los poros en esos dias, no se le zafara decir cualquier estupidez y nos quemaran. Nos visaron y llegamos a los Estados Unidos, si mal no recuerdo, un 3 o 4 de marzo del 1990. Salcedo siguio en esos años convulsionado por huelgas y recuerdo que se produjo en Monte Adentro la muerte del dirigente del Falpo de apellido Diplan, y en mi barrio la de un joven amigo de infancia al que conociamos como Burrulote. El nombre de Felix estaba tan quemado que aun viviendo aqui en Nueva York la policia fue y allano nuestra casa, tratando de dar con su paradero, al recibir la noticia de que este se disponia a regresar.

Al llegar a Nueva York fue todo un nuevo comienzo. Duro, dificil. Recuerdo que ambos salimos por las calles hoy tan familiarizadas del condado de El Bronx a buscar trabajo. Cuando llegágamos a los lugares yo le decia, habla tu, y el me recriminaba tu eres que tienes que hablar. Y asi no pegamos una. Finalmente, yo me estableci trabajando en un periodico y el empezo en una bodega, hasta llegar a ser propietario. En medio de la prosperidad economica de que ha disfrutado gracias a su trabajo serio y tesonero, arriesgando su vida, peleando con los clientes, agitado, trasnochado, a veces hasta enfermo, Felix nunca cerro las puertas de su vida a su pueblo, a su gente. Y tampoco su ideologia politica, su manera revolucionaria y de izquierda pensar, a pesar de vivir dentro del monstruo capitalista y tener que lidear con el para sobrevivir, ha cambiado. Esto no lo digo como hermano, lo digo como periodista conocedor de la realidad de la vida y porque lo he vivido de cerca: muy pocos salcedenses que han emigrado han hecho tanto, en la distancia, como ha hecho Felix por su pueblo. Su bodega, localizada en el corazon de El Bronx, es la casa de los salcedenses. Allí ellos entran como pedro por su casa y se hacen reuniones, cherchas, se celebran cumpleanos, conversatorios, y mas. Junto con un grupo de jovenes salcedenses tan preocupados como el por ayudar a su gente, se decide a formar el Comite Hijos de Salcedo en Nueva York, organizacion a partidista, que ha ayudado a decenas de hermanos nuestros en necesidad, y que, con su participacion en el carnaval de aqui y de alla, se ha constituido en toda una entidad de respeto, prestigio y proyeccion en esta urbe. De Felix uno pudiera hablar toda la noche y todos los dias. Su vida ha prolifica y sus aportes a las causas nobles inconmensurables. Al juramentarse esta noche como presidente del Comite Hijos de Salcedo en Nueva York se que se entregara peligrosamente en exceso hasta el punto de descuidar su negocio. Pero eso a el no le importa porque yo siento que el piensa mas en propiciar el progreso y el bienestar para su gente que en el progreso y el bienestar material propio. Felicidades hermano, en este nuevo reto de tu vida y cuenta, como ha sido siempre, con mi apoyo y mi sacrificio incondicionales.

Luis Almanzar